viernes, 8 de julio de 2011

La brujeria

La brujeria
Es de todas las supersticiones quizá la más antigua. Aun en nuestros días perduran reflejos de esa creencia absurda, combatida hasta no ha mucho como calamidad social. Afortunadamente, esos vestigios no encuentran ya eco y solo perduran en las mentes simples y entre ciertas tribus primitivas. La creencia en las brujas y en sus múltiples maleficios tuvo nacimiento común con el sinfín de seres sobrenaturales que la imaginación del hombre antiguo engendro, como símbolos del bien y del mal; y del mismo modo que imagino hadas y genios bienhechores, también creo criaturas abyectas, dispuestas siempre a realizar el mal; así aparecieron entre los hebreos, en Grecia y en Roma. Con el advenimiento del cristianismo, la creencia en los hechizos y encantamientos adquiere el carácter que más tarde habremos de conocer como herético pacto, por medio del cual las brujas se venden a Satanás a cambio del diabólico poder que las capacita para transformarse en diferentes animales, para hendir los aires montadas en una escoba o para componer infinidad de pociones y filtros mágicos destinados a producir dolencias y males extraños


Generalmente, su alma impía se reflejaba en el rostro, acentuada por sus largos y desgreñados cabellos y la inclinación de su cuerpo cargado de años. Cuatro veces al año llegaban de todas partes para reunirse en lo profundo de un bosque o en la cumbre de una montaña; el invitado de honor era el diablo, y después de realizadas las ceremonias de iniciación, tenía lugar un gran festín, seguido de grotescas y demoniacas danzas. A esta reunión de brujas en la noche se le llamo aquelarre. La encarnizada persecución que se hizo contra las personas sospechosas de practicar brujerías es una página dolorosa de la historia de la
humanidad. Alemania e Inglaterra en salvaguardia de la religión, fueron durante el siglo XV las que condenaron a la hoguera mayor número de personas; cierto es que existían mujeres que, pretendían curar por medio de brebajes milagrosos y amuletos, efectuaban funciones de curanderas, pero de ninguna manera merecieron la tortura terrible del fuego lento a que se las sometía para obligarlas a confesar su posible asociación con el diablo.

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